Escucho canciones para no dormir. Doy vueltas en la silla y luego en la cama. Adorno el paisaje negro del silencio con gritos ahogados en mi cabeza. Desarmo las ideas más peliagudas, y dejo que me atraviesen el estómago. Abrí la caja de Pandora, y no dejaron de salir miles de pesadillas.
Cada recuerdo que conservé se me presentó en forma de lanza puntiaguda. Cada vez que pretendí ablandarlos, tan solo fueron un pequeño puñal. Tan solo eso. Es mejor que nada. Es mejor que terminar tirada en el suelo, con la colcha enrollada a los tobillos y el deseo de sentir un hilillo de sangre colgando del labio. Mejor que este silencio aferrándose a mis noches. Mejor que sentir la soledad como única compañera. Mejor que esperarte, y que no aparezcas.
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