jueves, 8 de diciembre de 2011

Invierno.

Solo pido una única cosa. Un rincón. Sí, una esquina apartada y oscura donde venga a morir el amor, las risas y los ánimos. Solo pido que todo esto suceda en un espacio concreto. Que cuando sepa que me dirijo hacia allí, pueda ser capaz de ponerme la coraza y aguantar la lluvia ácida. Cerrar los ojos y juntar los dedos. Porque me niego a tener que vivir con el peso del metal frío sobre mi piel. Sin poder bajar la guardia al cruzar la calle o al cruzar la primera puerta.
Poco a poco, se van dibujando nubes moradas bajo mis ojos, curvas en mis labios y gotas sobre mis mejillas. Poco a poco, voy dejando de existir. Poco a poco veo más lejana mi esquina oscura y segura, y acercarse a velocidad vertiginosa, el amanecer reflejado sobre mi metal oxidado.


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