lunes, 30 de enero de 2012

Fuga

En esta habitación pequeña, oscura, asfixiada, has conseguido volver a meterme. Me obligaste. Me arrastraste. Me desarmaste. Me robaste la llave. Lo conseguiste, enhorabuena. Volver al ritual de arañazos y gritos ahogados. Esta toda acolchada. No hay nada más. Protegí las paredes hace tiempo. Pero ahora mismo, lo único que pretendo es arrancarlo a tiras. Desnudar de nuevo las paredes y conseguir huir.
Esta vez, he sido mucho más rápida. Hace tan solo un par de latidos que me encerraste aquí, y ya he descubierto que te has llevado la llave. Poco a poco mi cabeza va relajándose, y mi reloj a ralentizar las horas y después cada minuto se convierte en una nueva hora. Así va. Poco a poco. Y así seguirá haciéndolo. La verdad es que sé que no faltará mucho para volver a bombear sangre de una manera extraordinaria, mi cabeza a dar vueltas, y yo a gritar en la oscuridad. Otra vez. Se vuelve a doblar la misma esquina de la página. Vuelvo al capítulo que ansiaba terminar de una vez. Sigo viendo los mismos personajes con sus personalidades inacabadas. Sigo de testigo ante el espectáculo de los conflictos ajenos. Como en una historia. Como en un cuento. Como en las historias que oíamos de niños. Como en un folleto en el parabrisas. Como un pañuelo olvidado en el bolsillo, con un número de teléfono perdido. Pequeños momentos de simulada flexión por parte de la realidad. De la objetividad. De lo que abarca este momento y el tiempo. Más allá de cerraduras y trampas por la noche. Ajeno a las llaves y los códigos. Mucho más lejos que mi habitación, las tres de la tarde y nuestros sueños desquiciados.
No sé, tal vez consiga salir de aquí. Todo dependerá de si tengo un sitio al que ir...o no.

martes, 3 de enero de 2012

Volver a empezar no siempre fue tan tóxico.

Empezamos otros 365 en los cuales cualquier cosa puede pasar. Donde otras mil pueden no suceder. Donde nos  volvemos a encontrar como al principio. Cuando no se sabe como depertarás cuando al día siguiente volverá a sonar el despertador. Cuando no puedes predecir cuales serán las sorpresas que el sol sobre tu cabeza te harán descubrir, ni en las cosas en que la luna te hará pensar. Si encontrarás en qué ocupar tu tiempo. Algo verdaderamente importante como para poder decir, dentro de esos nuevos 365 días, que nada más importó que lo que tu cabeza loca logró dejarse llevar, y hasta donde llegaron tus pies dando un paso detrás de otro, simplemente avanzando sobre las horas, hacia aquel lugar que creiste oportuno. Tampoco se sabrá decir si fue realmente el lugar adecuado ni el momento preciso. Simplemente nos volveremos a plantar ante copas y vestidos caros. Ante caras desconocidas, pero que aún así, en un momento de supuesta plenitud, serás capaz de besar por celebrar el final de otro año en el que sobreviviste o al menos lo intentaste.
De todas maneras, el ser humano es increible. Tan pronto puede estar dedicándote la sonrisa más sincera, que las lágrimas más inhospitas. Las anécdotas más increibles y los recuerdos más devastadores. Lo único que realmente necesitamos es otra mirada cómplice que te pueda decir "Estás en casa". A partir de ese momento, cualquier reloj apretado por las prisas y la rutina desaparece. Cualquier argumento que te pueda dar ese supuesto tiempo futuro, queda suspendido por unos segundos, y eres capaz de salir a la calle diciendo "Camino es el que se hace al caminar. Volveré y podré echar la vista hacia atrás sabiendo que pueden haber mil derroteros por los que escapar, pero siempre podré volver a casa y sonreir de esa manera extrañamente feliz."
Feliz incertidumbre a todos.