sábado, 31 de agosto de 2013

Vuela.

¿Qué mejor sensación que sentirse una misma? Que eres tú misma. Sin filtro. De la forma más natural que exista. Naturaleza en estado puro. Algo visceral. De forma pletórica...

Y aún más... ¿Cuándo lo has sentido?
... ¿Cuándo lo has compartido?
... ¿Cuándo fue la última vez que alcanzaste ese nivel de libertad?

Cada cual conoce la fórmula exacta. Cada ingrediente preciso, cada paso a dar y el punto justo de cocción.
Todo en esta vida es preciso. Todo aquello que te pida el cuerpo, siéntelo. Esa voz que te susurra al oído, escúchala... Atenta al latido.

En definitiva, seamos animales. Atendamos aquello que realmente necesitemos, anhelamos, deseemos,.. disfrutemos de todo aquello que nosotros mismos podamos crear. Explotemos nuestra imaginación. Seamos conscientes de la cantidad de maravillas que nos estamos perdiendo. Todas aquellas oportunidades que perdimos por estar demasiado pendientes de lo urgente, y no de lo importante.

Esto es una llamada a los subconscientes, a los deseos más fervientes, a aquello que nunca te creíste capaz de hacer, a aquello que solo le has confesado a la luna y sin saber porque. Os animo a encontrar formas imposibles en las nubes de noche o de día. A fugaros a otro mundo, a otro tiempo. A llegar a entender la magnificencia de la vida aún con los ojos cerrados. A apreciar cada percepción de nuestro cuerpo a través de los sentidos. A la interpretación libre de aquello que sucede y que no, de porque, de cuando,...

Es fácil...Desátate y goza.

                                                                                 Att: La mecánica de la pelusa.

martes, 23 de abril de 2013

Ayúdame

Después de tanto tiempo, el cielo sigue ahí, sobre nuestras cabezas día y noche. El ruido sigue patrullando la ciudad con sus bucles incansables de tráfico. Los olores perduran al salir a la calle, a pesar de saber distinto cada vez. 
Hubo más de una vez que se describió lo cotidiano de mil y una formas. Y ahora no iba a ser menos. Si tuviese que redactar un nuevo informe sobre todo ello, lo haría desde un nuevo ángulo, una nueva posición, una nueva perspectiva, una mirada diferente... Como ya quedó claro, sería diferente de las tantas otras formas en que lo hice antes. Pero el gran cambio, es cuando se expresa desde los dedos, los sentidos, los ojos de otra persona que no sea yo. Que sea capaz de hacerse un hueco al lado de mi intrincada mecánica, cansada y polvorienta en su momento. Llegó para engrasar los engranajes, reactivar el mecanismo y perfumarlo con nuevos aires. 

Un día, desperté con un ojo puesto en mi ventana y otro en la tuya. Al mirar el espejo, un ojo veía mi reflejo,   y otro el tuyo. Al salir a la calle, vi la rutina que me esperaba, y con otro, la tuya. Con una mano empecé a desvestirme, con la otra sentí como te vestías. Con una mano empecé a preparar el desayuno, con la otra supe que ibas a tomar el café al salón. Con un oído escuché mi bostezo, con el otro tus buenos días al aire. 
Con mi voz, un grito ahogado...con la tuya un grito de libertad. Tal vez solo fue una palabra cualquiera sin más trascendencia que aquel instante en tu mundo, pero para mí, saber que salió de tus labios ya supuso la canción más exquisita que pude llegar a imaginar.

Cada día amaneceré de nuevo como el anterior en apariencia. La diferencia radicará en que no contaré con la única mecánica que roe sin descanso dentro de mi, sino que habrá un inquilino para perfeccionar el proceso y acompasarlo con su respiración. 

Y... he de decir una última cosa. Me va demasiado bien como para ser tan necia de dejarlo pasar sin quemar cada engranaje. Haré todas las modificaciones posibles en esta mecánica imperfecta para que se quede y me ayude a girar día a día. 

Atentamente, la mecánica de la pelusa. 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Lua

Simplemente he de dejar volar mi mente. Olvidar el ritmo frenético de las calles, las luces, los ruidos, las palabras huecas que vuelan atrincherando a las que pesan demasiado. Esas que gentes corrientes amordaza en los labios con tal de no provocar rachas de viento demasiado intensas como para no poder contarlo...como para no ser capaces de agarrarse al último resquicio de realidad que puedan atisbar entre mares de supuestos e infortunios. Pero te convertiste en mi lado más irracional. En el empuje que necesitaban mis temores para desaparecer por la ventana que abriste sin darme cuenta. Aquella por la que se cuela la luna cada noche para recordarme que ahí estás... aunuqe lejos. Demasiado lejos como para tocarte...Aún así sigo mirándola cada noche e imagino que son tus ojos, que es tu boca. Que esa sensación de desaparecer, de volar, de congelar el paso del tiempo, de no poder apartar la mirada que me produce, eres tú.

Esas noches apostada en la ventana, se suceden con el café de buena mañana. Sé como te gusta tomarlo. Tú también sabes que me gusta demasiado. Mucho café y poca leche. También sabes que lo mejor para acompañarlo, es que estés a mi lado. Que te sientes conmigo, viendo pasar los minutos, pero como siempre, a nuestro modo. Que las caricias marquen los segundos. Que los besos dicten los minutos y que los suspiros dibujen las horas.

Hagamos un trato. Seguiré tomando cafés fríos, hasta que te tenga al lado. Entonces te tocará a tí no separarte de mi... Aceptas?

jueves, 4 de octubre de 2012

Nada más lejos.

Eempiezo a oir un leve rumor, que dice venir de muy lejos. En un momento dado parece que esté a punto de alcanzarme. Pero sin más explicación, retrocede y lo pierdo. El prácticamente inaudible crujir de los recuerdos intenta resonar en los tímpanos, en la cabeza, en las manos sudorosas y los pies fríos. El reto consiste en anticiparse al invierno. En tener listos los guantes antes de tener las manos cortadas.

Debería barrer de nuevo cada rincón y reencontrar aquello que di por perdido. Tal vez sea aquello que da miedo, pero que al fin y al cabo, te hace más fuerte. Como sobrellevar el paso de las horas y los días, sin tener la sensación de volver a estar en esas habitaciones frías donde me vi encerrade sin llave ni carcelero. A pesar de haber recorrido cada esquina y resquicio donde cualquier nimiedad se me podría pasar por alto, parece ser que no fuy lo suficientemente exaustiva y observadora. Un pequeña pelusa habita un rincón oscuro. En esta habitación no hay ni un solo mueble que distraiga la vista de la más sincera Nada. Pero aún así, ahí está. La incansable mecánica de la pelusa haciendo su trabajo en contra de los bucles incesables de los tic-tac, de las luces en las calles, de los papeles deshechados, de las noches ambiguas y las lunes lejanas. De las miles de historias que se escribieron culpándola de martirios nocturnos y días pesados. Del frío más embriagador y la soledad más punzante.

Pero ahora es algo más que personal. La mecánica de la pelusa fue el nombre que le di a todo un cúmulo de penurias y pensamientos retorcidos. De recuerdos que deseaban ser olvidados y años de represión. Pero como he dicho, eso es cosa mía. No dejaré que nada se interponga entre nuestro baile de cuchillos y signos de exclamación.

Esta guerra, es mía.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Bañeras ajenas.

De nuevo, enciendo un cigarro. Parece que este tipo de situaciones se conocen como el momento en que decides hacer una pausa de unas cuantas caladas para evadirte, hasta que se consuma. He hecho la prueba, creo que demasiadas veces. No puedo decir que haya encontrado la solución para dejar de escuchar mis propios argumentos, intentando convencerme de que esa sea la manera correcta de encerrar todo aquello que provoca huracanes y tormentas. Todo lo que da pie a encerrarse en el sótano o meterse en la bañera dejando pasar las horas esperando a que los fuertes vientos amainen, salir a la calle de nuevo y volver a empezar de zero. No quiero decir nada de eso, en absoluto.

Tengo la vaga sensación de, en aquel primer párrafo lejano, haber perdido mi punto de referencia y la línea de meta. Esta vez no sé si quedará más claro lo que quiero, no puedo, pero intento, llegar a decir. Intentaré ser concisa, escueta, directa, literal y objetiva. Moderada, correctra, reflexiva, intensa y madura.

Bien, ahora, igual que suelen decir, a la tercera va la vencida. Solo venía a decir que en mi habitación hay una cama, un armario, una mesa y un par de estanterías. Mucho desorden, ruido cuando irrumpo con gritos e historias y cojines por el suelo. Humo viciado a pesar de tener la ventana abierta 24 horas, colores rallados y lejos de escalas cromáticas complejas.

Cuarto párrafo. Sigo sin decir nada. Esta historia no tiene tema, no tiene argumento, no tiene sustento ni personajes más allá de una piedra de mechero gastada.

Espero que ustedes hallán quedado al menos desconcertados, dado que la satisfacción en estos momentos es algo que se me escapa. No habrá próxima vez, no volveremos a vernos. Ésta dicen que no soy yo.

martes, 12 de junio de 2012

Historias de la chica descalza.

Eran las cuatro de la tarde. Tal vez el escenario fuese un salón decorado con muebles viejos y un televisor lleno de polvo. Todo en penumbra. La poca luz que se adivinaba, se filtraba entre viejas cortinas de colores inesperados. Digo tal vez, porque al mismo tiempo se respiraba el aire caliente del desierto y la sensación de asfixia no cesaba ni con la suave brisa que hacía bailar sus mechones de pelo enmarañado. Iba descalza. Sus dedos se contraían de igual modo como si estuviese pisando baldosas frías. Aun así, ella notaba la arena árida rodeándola a cada paso. Se dirigía lentamente hacia otra supuesta habitación. Esta vez consistía en el mas gélido de los parajes. Unas sábanas gastadas hacían a la vez de olas cargadas de misteriosas criaturas y de mantas cuando caía el sol. Una mesita al lado del colchón chirriante, confería al espacio un pequeño atisbo de que allí dentro algo habría que guardar. Y a su vez, de que realmente no se trataba de una llanura de hielo desolado, abatida furiosamente por rachas de viento inagotables. Al otro lado delante cama, se adivinaba una silla de color quejumbroso, sepultada bajo toneladas de nieve y ropa. A su vera, se encontraba un armario de aquel mismo extraño color, haciendo el papel de iceberg en medio de la nada. El único instante en que la vista reposaba sobre algo que no fuese de colores fríos y distantes, era un pequeño cuadro, situado en medio de una pared desnuda. Éste no simbolizaba nada más que un estrecho refugio de los colores gélidos y desafiantes. Volvamos a ella. Entró en su Siberia particular. Completamente personalizada en su día. Pero quién sabe cuando fue aquello. De nuevo, sus dedos volvieron a quejarse al tacto de las baldosas. Pero esta vez, el escalofrío se extendió a todos los recovecos de su piel. Amortiguó la ventisca, que al cerrar la puerta se produjo, cubriéndose la cara con ambas manos y agarrándose al suelo, hasta casi romperse las uñas. Pasaron minutos interminables, disfrazados de horas inexpugnables por cualquier otro entendimiento. Llegado el momento en que el sordo rumor del frío caló sus huesos, tuvo que huir de aquel intrépido lugar. Una vez más, los pies descalzos rozaron el suelo. Pero esta vez discurrieron las frías montañas y el árido desierto, como si de una pluma al viento se tratase. Abrazó su abrigo y las llaves, y la chica descalza alcanzó el duro asfalto de la jungla helada, el bosque enardecido y la realidad bajo sus pies desnudos.