martes, 2 de agosto de 2011

¿Tú?

Abre las manos. Cierra los ojos. Deja que simplemente choque contra el frente de nubes y la poca agilidad que le quedan a tus piernas para salir corriendo. Siente, únicamente siente, como el viento es capaz de irradiar cuanto no te atreves a pronunciar con las escuetas palabras que tu entendimiento considera oportunas para afrontar la larga cadena de ideas absurdas que vislumbras desde tu balcón. Desde donde es imposible que impere otra cosa que las situaciones imprevisibles de los buenos días del sol, y las buenas noches de la luna. De lo absurdamente irreconocible ante un espejo. Las miradas de desconcierto de algo que pretenderás describir como los márgenes que le dejas a la improvisación. Como las resignadas limitaciones que cuentan las pupilas que se encuentran en un último baile a media noche. Porque realmente, cuando despiertes, cuando llegues a reunir el valor para descubrir el tupido velo que nubla quién verdaderamente grita dentro de ti,... será cuando ambos, tú y tú, digais buenas días, sabiendo que buenas noches sabrá llegar.