Desde el momento en que algo se encendió en mi cabeza y me dio a entender que te buscaba, no he dejado de hacerlo. Hasta el momento en que justo lo mismo que me hizo pasar noches de insomnio y momentos de debilidades estúpidas, me dijo que parase, con un beso en un parque a oscuras. Poco a poco empezó a clarear el día. Y yo seguía sintiendo una caricia curiosa en los labios. Pasaron horas, días,... Hasta que volví a encontrarme con mi billete de ida de todo lo que dolía, amargaba y asustaba. Pero por alguna estúpida razón, en un momento dado decidí que no mereecia nada más que dolor...solo seria capaz de pasar las horas ahogada en mi misma. Sola. Aun así, no podía evitar dejar de sentir dardos clavandose en mi costado, cada vez que mi inconsciencia se conseguía deshacer de la cuerda con la qe la tenia atada a mis muñecas maltratadas. Y te reencontraba. Te recorría de arriba a abajo, intentando pintarte entre mi desorden. Eras el pequeño orden de mi caos. Como la habitación antes de u a tormenta de polvo y recuerdos. Mi vía de escape hacia otro lugar que no fuese negro ni blanco. Simplemente volver a sentir el aire de nuestro espacio.
Un día, después de decenas de ellos, entre recriminaciones e indultos, hubo unos segundos de claridad. Una estúpida cerilla. Sí. Como el estúpido momento en que me dije que el frío dominaría la mañana, la tarde y la noche. Que sería mejor que guardases tu calor para alguien que fuese capaz de vivir sin tener que llevar miles de mantas a cuestas. me quise autoconvencer de que las noches no dolían sin saber que había pasado hacia media hora por tu cabeza loca. Sin decirte que no soy capaz de decir nada, y diciendotelo todo a la vez. No. No ¡y mil veces no! Así que corrí, corrió mi picardía y mi locura. Corrieron tus besos y las caricias al viento. Corrieron las nubes que nos vieron, y las farolas que nos sirvieron de cómplices. Terminaron corriendo mis palabras pidiéndote unas horas de sol. Unos minutos de tu calor. Unas caricias que en vez de ser del aire, fuesen mías. Volver a sentir ese cosquilleo. Volver a notar un nudo en el estómago al no saber si abalanzare sobre ti, o aparentar que soy una persona completamente normal. No lo sé. Y sinceramente, no me interesa averiguarlo. Lo único de lo que ahora mismo estoy completamente segura, es de que no sé tampoco cuando te volveré a ver. Pero que cuando lo haga, será para poder seguir diciéndote todo lo que la estupidez no me dejó decirte. Todo lo que necesito contarte muy bajito al oído.
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