lunes, 28 de noviembre de 2011
Tiempo para
Llegaba aquí con las ideas atadas a los tobillos. Pero ahora he tropezado y no sé qué más decir. Lo único que sigo teniendo claro, es que no son necesarias las palabras complicadas en todo momento. A veces, lo único que se necesita es una mirada real. Una aclaración de las palabras resumidas en un pestañeo. Necesito y quiero tiempo para reducir todo un universo de cordones liados, llenos de nudos, para disfrutar al hacer la cama y desayunar después de las cuatro de la tarde. Para charlar de cosas absurdas. Para desaprender las buenas maneras, la forma correcta de decirte las cosas. Para olvidar las circunstancias y gritarte bajito todo lo que pienso. Solo quiero poder pasear al lado del mar y simplificarlo todo al salitre y tus caricias. Quiero desatar el calor y el deseo. Solo quiero poder desnudarme en paz y recorrer los rincones de tus sonrisas. Sentir la arena entre los dedos de los pies y mis ideas llenas de ingenuidad. Sentirlas como si fuesen realmente mías, sin más complicaciones ni enredos. Que todo sea posible. Resumirlo en un encuentro entre tu boca y la mía.
domingo, 20 de noviembre de 2011
Subiendo y bajando las mismas escaleras...
Estando en una calle llenísima de escaleras, entre el humo de un cigarro, a la luz de un par de farolas amarillas, me he topado con una pelusa escurriéndose entre el viento. Tal vez este, en un ataque de egoísmo, una fiebre de aventuras o un momento de inconsciencia, la arrancó de cual fuese su lugar. Entonces, ella no puedo más que dejarse llevar a donde su nuevo compañero quisiese ¿Quién supo, sabe o sabrá cuál fue, es o será la razón que lo haya llevado a hacerlo esta tarde o si lo volverá a hacer?
De yo ser una pelusa, lo único que estaría pensando, sería que un viento inesperado y decidido se acercase a mi y no me prometiese nada más que ir hacia cualquier lugar sin rumbo aparente.
Tal vez mi fugaz encuentro con esta, ha sido algo mucho más emocionante que pasarme horas mirando a través de un cristal sucio, que tan solo da a la calle del desengaño, la desidia y el trascurso ocioso de las horas. Definitivamente se ha convertido en una compañera. Sí, una simple pelusa blanca de la cual desconozco el paradero. Puede haberse topado de bruces con el suelo, o el moño inundado en laca de una señora. De todas formas, quiero que cada partícula de mi cuerpo se convierta en polvo y trocitos de tela minúsculos, que se embrollen , y poder confesarle al viento las ganas locas que tengo de que haga conmigo lo que le plazca.
Este es un mundo lleno de posibilidades, o eso dicen.
Atentamente, la estúpida licenciada en la absurda y maravillosa mecánica de la pelusa.
De yo ser una pelusa, lo único que estaría pensando, sería que un viento inesperado y decidido se acercase a mi y no me prometiese nada más que ir hacia cualquier lugar sin rumbo aparente.
Tal vez mi fugaz encuentro con esta, ha sido algo mucho más emocionante que pasarme horas mirando a través de un cristal sucio, que tan solo da a la calle del desengaño, la desidia y el trascurso ocioso de las horas. Definitivamente se ha convertido en una compañera. Sí, una simple pelusa blanca de la cual desconozco el paradero. Puede haberse topado de bruces con el suelo, o el moño inundado en laca de una señora. De todas formas, quiero que cada partícula de mi cuerpo se convierta en polvo y trocitos de tela minúsculos, que se embrollen , y poder confesarle al viento las ganas locas que tengo de que haga conmigo lo que le plazca.
Este es un mundo lleno de posibilidades, o eso dicen.
Atentamente, la estúpida licenciada en la absurda y maravillosa mecánica de la pelusa.
viernes, 11 de noviembre de 2011
Intenta no respirar.
Ella vivía en un mundo en que el tráfico y el tiempo carecían de significado. Donde las gotas de lluvia se deslizaban por los crsitales de las ventanas y la punta de la nariz, como si de un espectáculo divino se tratase. El esmalte de uñas quedaba impreso , descuartizado sobre sus dedos, como única prueba del trascurso de los días.
Hubo un tiempo, por extraño que resultase, que la luna marcaba el inicio de sus sueños despierta. Y el sol del mediodía, cuando impactaba en sus pupilas, era el que la advertía ded que no faltaba demasiado para el nuevo espejismo de las esrellas sobre su cabeza. En aquel momento, la impaciencia se convertía en algo tan suculento como el viento soplándole en la nuca, en un atardecer naranja, rosa y únicamente suyo.
Todo aquello empezó a desaparecer poco a poco. El murmullo del mar lejano en las horas bajas, era el único capaz de susurrarle algo realmente delicioso. En esos instantes, sentía su propio peso sobre los pies puestos en el suelo. Era el instante en que entre sus manos y pestañas corría una brisa áspera y dulce al mismo tiempo. Los segundos en que deseaba poder volar. Cuando se atrevía a soñar con irse lejos. Muy lejos. Más allá. Sin tráfico supérfluo, ni esmaltes, ni horas, ni calendarios. Tan solo el humo de la bruma al amanecer. Tan solo con el rastro de la luna. Tan solo con la idea fantástica de qye no existía nada más que perder, ni que ignorar ni desmentir. Tan solo con la idea de que la historia continuaría con el sol del mediodía. Con la sucesión de la próxima luna y la brisa entre los dedos y la nuca.
Alguien, en algún momento, soltó sin esperarlo, la idea de que todo cuanto pase se lo llevará la tomernta y el tiempo.
Una luna amarilla y redonda, seguida de un amanecer húmedo, hizo que ella, nada más abrir los ojos, supiese desde hacía tiempo que aquel sería su primer día en el mundo.
Hubo un tiempo, por extraño que resultase, que la luna marcaba el inicio de sus sueños despierta. Y el sol del mediodía, cuando impactaba en sus pupilas, era el que la advertía ded que no faltaba demasiado para el nuevo espejismo de las esrellas sobre su cabeza. En aquel momento, la impaciencia se convertía en algo tan suculento como el viento soplándole en la nuca, en un atardecer naranja, rosa y únicamente suyo.
Todo aquello empezó a desaparecer poco a poco. El murmullo del mar lejano en las horas bajas, era el único capaz de susurrarle algo realmente delicioso. En esos instantes, sentía su propio peso sobre los pies puestos en el suelo. Era el instante en que entre sus manos y pestañas corría una brisa áspera y dulce al mismo tiempo. Los segundos en que deseaba poder volar. Cuando se atrevía a soñar con irse lejos. Muy lejos. Más allá. Sin tráfico supérfluo, ni esmaltes, ni horas, ni calendarios. Tan solo el humo de la bruma al amanecer. Tan solo con el rastro de la luna. Tan solo con la idea fantástica de qye no existía nada más que perder, ni que ignorar ni desmentir. Tan solo con la idea de que la historia continuaría con el sol del mediodía. Con la sucesión de la próxima luna y la brisa entre los dedos y la nuca.
Alguien, en algún momento, soltó sin esperarlo, la idea de que todo cuanto pase se lo llevará la tomernta y el tiempo.
Una luna amarilla y redonda, seguida de un amanecer húmedo, hizo que ella, nada más abrir los ojos, supiese desde hacía tiempo que aquel sería su primer día en el mundo.
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