viernes, 20 de abril de 2012
sábado, 14 de abril de 2012
Baila conmigo.
Acerco el odio a las paredes para intentar rescatar un atisbo de luz. Mi única ambición queda reducida al secuestro de un antiguo recuerdo, al encuentro de esas notas que armonizan con el aire que oprime esta habitación. Pasan por delante de la retina el vaivén de las pestañas. Los pulmones vuelven a llenarse y suena de nuevo el bucle del tic tac. Podrías tener la sensación de haberlo dejado de oír. Perder el control de aquello establecido hace demasiado tiempo como para tirar de la cuerda y rescatarlo de nuevo, con el fin de reanudarlo más tarde con un nudo nuevo. Tal vez sea el que ate las ráfagas de viento o fragüe el cemento de estas cuatro paredes. Como ya se contó en su momento, ha pasado demasiado tiempo desde que se empezó a enmarañar sin que nadie fuese capaz de controlarlo.
Poco a poco parece surgir un tenue rumor entre las manchas del gotelé. Suena tan anómalo en esta calma, que si hubiese sido el grito más desgarrador que hubiese existido jamás, lo hubiese acogido igualmente en mis brazos cuarteados. Lo recorrí de arriba a abajo. Le di mil vueltas y no pude apartar la mirada. No me importó si pensó en mi falta de modales ni en lo molesto de mi descaro. La primera gota de lluvia después de soportar durante varios días, un cielo plomizo y cargado de historias que parece no estar dispuesto a regalar. Así fue el retumbar sordo de mi corazón demasiado pegado a la pared maciza. De aquel modo extraño, un grito envasado rehizo el camino a través de mi garganta y cuerdas vocales hasta un lugar desconocido, para nacer en mis oidos sordos de nuevo.
Aquí no hay ventanas ni un solo resquicio por el que se pueda colar algo parecido al viento o al aire que intento describir con tanto ímpetu. Puede ser la imaginación revolviéndose entre golpe y golpe en esta caja vacía. Será ella la que trepa hasta mis ojos para despertarme, hasta mis labios para hacerme reaccionar y hasta la oreja para susurrarme, muy bajito, historias para no dormir. Me roba el sueño, al fin y al cabo. De todas formas, gracias. Eres la pequeña semilla recogida de una lágrima olvidada. Eres la que al final de cada despedida me da las buenas noches, y yo soy la que te recuerda con una sonrisa, que necesitaré besarte para dar por concluidos nuestros bailes pautados cada tic tac. Sabes que ahí fuera, más allá de esta habitación, me espera la luna para que baile con ella.
Poco a poco parece surgir un tenue rumor entre las manchas del gotelé. Suena tan anómalo en esta calma, que si hubiese sido el grito más desgarrador que hubiese existido jamás, lo hubiese acogido igualmente en mis brazos cuarteados. Lo recorrí de arriba a abajo. Le di mil vueltas y no pude apartar la mirada. No me importó si pensó en mi falta de modales ni en lo molesto de mi descaro. La primera gota de lluvia después de soportar durante varios días, un cielo plomizo y cargado de historias que parece no estar dispuesto a regalar. Así fue el retumbar sordo de mi corazón demasiado pegado a la pared maciza. De aquel modo extraño, un grito envasado rehizo el camino a través de mi garganta y cuerdas vocales hasta un lugar desconocido, para nacer en mis oidos sordos de nuevo.
Aquí no hay ventanas ni un solo resquicio por el que se pueda colar algo parecido al viento o al aire que intento describir con tanto ímpetu. Puede ser la imaginación revolviéndose entre golpe y golpe en esta caja vacía. Será ella la que trepa hasta mis ojos para despertarme, hasta mis labios para hacerme reaccionar y hasta la oreja para susurrarme, muy bajito, historias para no dormir. Me roba el sueño, al fin y al cabo. De todas formas, gracias. Eres la pequeña semilla recogida de una lágrima olvidada. Eres la que al final de cada despedida me da las buenas noches, y yo soy la que te recuerda con una sonrisa, que necesitaré besarte para dar por concluidos nuestros bailes pautados cada tic tac. Sabes que ahí fuera, más allá de esta habitación, me espera la luna para que baile con ella.
domingo, 8 de abril de 2012
1999
Hasta aquí llegó el ritual
de enfados y canibalismo estúpido.
Son demasiadas horas en vela
y nada que decir.
Descansamos nuestra espalda
en las persianas bien cerradas,
tú y yo anémicos
y a cada parpadeo calmado
intentamos dormir.
Terapias mal llevadas sin nadie
que mediara por dos histéricos,
mis gritos envasados al vacío
reventaron al fin.
Y ahora congelo cada instante
sabiendo de antemano
que son los últimos
la noche en que el noventa y nueve
llegó hasta abril.
de enfados y canibalismo estúpido.
Son demasiadas horas en vela
y nada que decir.
Descansamos nuestra espalda
en las persianas bien cerradas,
tú y yo anémicos
y a cada parpadeo calmado
intentamos dormir.
Terapias mal llevadas sin nadie
que mediara por dos histéricos,
mis gritos envasados al vacío
reventaron al fin.
Y ahora congelo cada instante
sabiendo de antemano
que son los últimos
la noche en que el noventa y nueve
llegó hasta abril.
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