Estoy en clase. Corrijo, no lo estoy. Solo me hago notar, cuando la profesora se me queda mirando con cara de no entender en que lugar me encuentro, a donde he ido a parar.
Cada vez que me despierto para empezar un nuevo día, siempre lo hago con la incertidumbre mundana de no saber qué depararán las horas. Pero esta semana comienza de una manera diferente. Sé qué pasará esta tarde, puedo imaginar qué ocurrirá el miércoles, y aunque no quiera, vislumbrar las consecuencias del sábado. Aunque pueda tener por cierto qué pasará en breves, lo que desconozco por completo es donde estaré yo. A donde irá a parar mi cabeza. En qué agujero esperaré encogida hasta no sentir las piernas para salir corriendo.
Creo que odio pararme a pensar en estas cosas, que al mismo tiempo me martillean sin cesar en todo momento. Estoy prácticamente convencida de que soy capaz de garantizarme la memoria selectiva como vía de escape. Esto funciona siempre y cuando siga pasando desapercibida y no pretendan estrujarme hasta escupirlo todo.
No sé donde iré a parar ni en que condiciones. No sé ni siquiera acabar esto siendo mínimamente positiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario