viernes, 16 de marzo de 2012
Historias para no dormir.
No sé exactamente como empezar esto. Sé que tengo mil cosas rondado por la cabeza. Realmente, creo que el problema es ese. Son demasiadas a la vez, sin orden ni concierto. Apuñalando la razón y el entendimiento. No puedo acabar de ordenarlas ni diferenciarlas. Aún así, lo que está más que claro, por mucho que quiera esconderse para intentar no hacer daño, es que te necesito aquí, conmigo, ahora. En la cocina, en mi cama, en mi espacio reducido, pero suficiente para las dos. Sin más, no necesito otra cosa. ¿Qué más dan las cosas banales que no hacen otra cosa que ocupar rincones rebasados de historias para no dormir?
Más clara que nunca te dibujas y te adivino en mitad de las noches. Todas y cada una de ellas apareces sin que te tenga que esperar. Tú tal vez sí que me esperes a mi. Y es algo que no puedo soportar. A partir de las 12 necesito aparecer por la ventana y mirarte, aún sabiendo que estás demasiado lejos para poder tocarte aunque sea con la yema de los dedos e imaginar que te puedo robar y guardarte cerca de mí. Aún intentado entender el porque, no hago otra cosa que buscarte e intentar separarte del resto de circunstancias que acehan en los callejones de esta ciudad maldita.
Hacía tiempo que no te escribía, que no te intentaba definirte con palabras torpes y llenas de faltas de ortografía. Me da igual. Ahora lo único que cuenta es que pasen las horas hasta que pueda volver a encontrarte.
Hasta esta noche.
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