miércoles, 20 de julio de 2011

Ingeniería aeroespacial

Sí, puede ser que un día se me ocurriese la insensatez de intentar persuadir una flor, de saludar al sol cada mañana. De que una corriente de viento, no se llevase la sábana que colgaba de la cuerda sin pinzas. Pude haberle rogado al tiempo que se parase en el mismo instante en el que el mundo decidió dejar de girar. Haberle suplicado de rodillas a las hojas del calendario que no pasaban, si no cortando.


Pude haber perdido cristales del espejo, y derrochado jabón bajo la ducha, a la vez que litros de agua salada. Pude corromper al más tímido de los ratones que roían la mecánica.



Pude dejar libres las alas de las hojas secas, y hacerlas aterrizar en charcos de barro. Pude robarle la fuerza a la primavera, y pretender hacerla encajar entre dos ejes oxidados.

 No, simplemente entró la curiosidad por la oreja derecha, e hizo cosquillas en el reloj olvidado, viudo de la pauta de como llegar a las doce, y no retroceder.